Para evitar el derrumbe

Para evitar el derrumbe
juguemos esta noche a los extravíos.
Vamos a cambiarle el pelaje a la ternura
y a despertar al león soberbio
para que disipe el poniente de tu boca secreta.

Para evitar el derrumbe,
busquemos llegar juntos a la fiebre furtiva.
Abochornemos a los mármoles,
llenémonos los oídos de palabras irrepetibles
con un número indecente de vocales.

Quedémonos luego quietos y
lacios tras los vaivenes del amor,
no te vistas
ni te levantes.
Sólo dame un beso traidoramente tonto
y llámame alguna cosa diminuta
y absurda,
digamos “pedalito”

Para evitar el derrumbe
aireemos la cubierta hasta que caigas rendida.
Vamos a lanzarle piedrecitas a las ventanas de los que duermen
y a tirarnos de las sábanas hasta que se nos pase el recato.
Hablemos de la efímera diaria con fervor de confidencias,
como si al juntarnos hubiésemos cambiado el mundo.

Para evitar el derrumbe,
voy a esperar a que amanezca,
a que la luz se filtre cuarteada por la ventana
y la persiana te dibuje
un vestido de agujeros íntimos.
Me quedaré a admirar el prodigio de la mañana
a la llama de quinqué insolente de tu cuerpo vuelto

Esperaré a que recibas el rito de los días,
y adelantaré la alarma un poco,
por vivirte dos veces
en el placer de los “cinco minutos más”.

Mediré bien los pasos.
Te despertaré con cautela,
buenos días, amor,
Qué tarde se nos ha hecho
para todo lo que no seas tú.

Y allí quedaremos inventando enredaderas,
como dos niños nerviosos jugando
a ser grandes
por primera y última vez.