Mujer valiente
Sé que tienes miedos, amor.
Que temes el anochecer como a la ruptura de ala de un ave.
Que desesperas con la oscuridad como dos amigos niños que discuten.
Que te adentras en la periferia del desamparo y te pierdes, pequeña, pequeñita, minúscula letra muda en el abecedario del dolor.
Sé que te guardas de los monstruos tras las sábanas.
Que te cuidas del susto acariciando el tejido de una prenda cualquiera.
Que quisieras abrirte de párpados y sentir el aroma de una infancia linda.
Elegir no crecer.
No rasguñarte la pata debajo de la puerta del lobo.
Silbarme, por si ya voy.
Sé que llega la noche y abaratas el precio de tus miserias.
Ese genio digno, esa pólvora pequeña que te impregna
se empapa de manantiales perdidos y se te hace nudo la vida.
Entonces te rehaces y descubres el embozo de la cama
como si aquello no fuera una metáfora de la amargura y
te abrazas a la almohada
y repasas algunas cosas del día sin importancia.
Te encomiendas a literaturas de presencia efímera, y
lees o escuchas a Satie o desmenuzas un sudoku.
Para dormirte crees en el milagro de los días.
Y quieres pensar en el calorcito de mi mano.
Y en mi manera de descubrirte justamente las heridas y cambiarle la gasa de ternura.
Y así hasta mañana, que empezarás tu día anónima,
sin escribas que glosen en sus crónicas
que allí se mueve la mujer valiente,
esa que salva cada noche a la patria humana
de su ración inevitable de vergüenza.
Comentarios
Lo dejo para otro día.
Vengo de ábrete libro, por que me recuerdas a alguien contando historias de los músicos.
Creo que me va a gustar mucho entrar en este blog.
¿Por qué no escribes algo en el foro de poesía?
Y el final me ha parecido absolutamente bello.
No imaginas cuánto te admiro. Tú sí que sabes ESCRIBIR, en mayúsculas.
Besos cargados de admiración,
B.