Frío Marioneta



Te vas
dejando la quemadura de lo amargo.
La puerta del ascensor se cierra contigo adentro
y el manojo de cóleras
estalla.
Salgo a la calle
metiendo piedrecitas de ti en los bolsillos,
para no volarme a otra parte
ahora que por fin tengo patria.

Paso los ratos
observando los dibujos de las servilletas de los bares
y los esqueletos de los paraguas vueltos
con un revolteo inútil
de mariposas metálicas.

Pensaba entonces, en amarte minuciosamente,
(mientras bajaba la calle);
tal vez con espíritu de relojero
que detalla sus días
entre las simpatías por los engranajes.

Y
recordaba vértigos exquisitos,
y otros que no lo fueron tanto
pero que estuvieron bien
por lo que tenían de sosiego
y de carnaval melancólico.

Intento
(una y otra vez)
descripciones tímidas de ti,
pero
nunca eres tú,
siempre son palabras aledañas
hablando alrededores
y paisajes de tacto equívoco.

Me digo
que el problema estará
en mi tendencia al barullo
contigo.
Supongo
que no se puede vivir
de besarte los tobillos
y enlazar piececitos
por las mañanas.

Que todo será
más sencillo
pero más triste.

Habrá que sacudirse
(a lo perro mojado)
este frío marioneta
que apenas me deja tiritar
si no es tu mano la que,
por dentro,
me habita.

Comentarios

Eva Torices ha dicho que…
En estas palabras se puede habitar, con o sin manos dentro. Pero reconozco que mejos con manos dentro.

Yo también enlazo los pies por las noches, y sobre todo la mano.

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