Arroparte un poco




Melancolía de lo común.

Eso es lo que me ocurre últimamente. Echo de menos lo cotidiano contigo, más que los fulgores de tu cuerpo o el sexo múltiple que nos debemos.

Hoy echo en falta las caricias calcomanías que muestran los aprecios tranquilos. Caricias que se borran con el agua de la ducha de las siete de la mañana, caricias rutina, que no rutinarias; echo en falta pensarte como mi pan de cada día, acudirte mis pies para envolver tus pies pequeñitos y estar cinco minutos más tumbado en la cama, un poco por ti, un poco por acostumbrar los ojos a esta vista decolorada de persianas bajadas y así no encender la luz y no molestarte.

Hoy tengo más el día de levantarme un poco antes, (pon que tú entres después a trabajar) y acercarme a tu espalda con ganas de hacerte un tatuaje luminoso. Y que tú estés dormida, muy dormida, y yo decida retirarme sin batalla ni pericias, para levantarme y cerrar el libro arrugado que vio cómo te dormías en el lado derecho de la cama; para arroparte un poco antes de ir a la duchar con inercia de legañas; para anudarme el dolor corbata y ponerme la ropa de fingir resplandores al tiempo que voy rumiando la pasta de dientes distraídamente.

Mientras, tú duermes en posiciones desvelo, con el cuerpo ladeado y la malicia dormida, como un insinuado espejismo que aumenta la sed pero no da de beber. Pon que ya me haya acostumbrado a llegar tarde al trabajo deseando despeñarme por tus caderas y hoy te mire con mirada antaño, mirada de primera vez, de esa vez en que te besé donde no debía porque me daba miedo besarte. Tus piernas se aferran a las sábanas y parecen bienes devueltos tras años de exilio y yo me pierdo admirando el barranco de tus tobillos pirueta y me figuro los besos que inventaría por atraerte los vértigos.

Pero pon que te veo cansada y todo acaba en un dulce beso casi no, un somnoliento “ten cuidado” por tu parte y en un mirarte los pechos por la mía, mientras te vuelves a perder en el sueño frágil y la luz oportuna. Yo me voy sin que notes mis frondas pero en parte me quedo luchando contra el encantamiento de tu pelo en la almohada, contra la vocación de volver a las sábanas contigo y buscar la ranura por la que colarme o el lugar de la cama donde conmoverte los muslos.

Pero hoy no es día para ejercer de mercader de nostalgias.
No es sábado, ni pienso en desnudarte con prisas mientras paseamos calle abajo.
Se impone más un deseo perezoso de caricia sin euforias.
Un amarte con dedos tranquilos.

Pon que hoy es día de ver cómo te quedas en la cama
mientras yo cojo mi bolsa y cierro la puerta despacito,
sin ruido,
para salir de casa con los bolsillos llenos
del gozo humilde de conocerte...







Comentarios

Anónimo ha dicho que…
los bolsillos llenos me llevo yo después de leerte...
un saludo!
Fauve, la petite sauvage ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fauve, la petite sauvage ha dicho que…
¡Uf!

Yo me he llenado de melancolía.

Y de nostalgia.

Y de pena.

Y de lágrimas.

A veces es mejor el vacío.
El Trocalitro Cósmico ha dicho que…
Qué bonito suena así escrito y qué rabia me da madrugar y ver que el otro queda durmiendo.
Gracias por las felicitaciones :-)
Intuyo por lo de los textos largos que somos amiguitos en otros lares?

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