brezo


Este amor, animal fabuloso que solo proyecta frutos negros y regiones devastadas, despliega el velamen contra nuestra voluntad. Ni tú ni yo lo queríamos cuando repartimos los papeles de la trama. Nos miramos a los ojos equilibrando lo hallado frente a todo lo perdido, aunque el invento sólo valga tanto como posterguemos su puesta en marcha.

Besarte debe ser algo parecido a lo que siente la naturaleza multiplicando el prodigio de los árboles y sus ramas cuneiformes, pensé. Luego me besaste y tras el garabato en tu labio de papel sé que sólo quedará la espera y la siega de los días. Me recluiré entre los pájaros y el aroma a cañaveral. Pasearé anónimo por las calles de Madrid y beberé el agua amarga, celebrando la dicha del animal marcado al que le regalan el daño y el hogar al que retornar en un mismo instante.

Ahora te alejas más tranquila. Mientras tanto un pobre retoca la esquina dejándola toda maquillada de miseria como un arrecife ayer salvaje hoy mal podado. Nos manejaremos a partir de este momento con la clepsidra rota. A ratos con una eufórica de tormentas. A ratos tristes como aquellas estampidas de elefantes, enfermos por el circo y los recuerdos de obsidiana. Seremos luminosos. También nenúfar podrido.

De alguna manera este odio de no tenerte, con su gramática del rescoldo, es una melancolía primigenia. Convertidos en criaturas que dudan sobre qué hambre eligen, pasearemos por este sendero sin tanta luz urgente, sin lecho de agosto, al ritmo de los narvales varados. Lo hermoso es tan horrendo... Pensé un día que quererte sería mirar fijamente cómo una arboladura de carabela desaparece a poniente.

Sé que a partir de ahora se multiplicará el afán de tenerte debajo de la tarde, encima de los brazos, al lado del viento, a la espalda del milagro. Desde hoy compartimos linaje con el árbol y la papirola. Temeré verte y cuando te acerques seré nadie palmeando felizmente aterrado. Tú ahí te defiendes más dignamente. Habrá de fondo un dolor sordo, lo terrible del eco de los pasos en un hangar a la tarde, pero aprenderemos a mirarnos con parpadeo ensordecedor.

La inocencia quedó hace mucho. Los dos sabemos cómo funciona esto. En otro tiempo te diría que en adelante viviré como animal con tiempo para el pasto y la rúbrica, amándote a cielo abierto y a llama adentro, con perseverancia de almanaque. Pero no. Dejarás mi deseo conservado en salazón y tendido al sol con el resto de los fiambres. Yo aprovecharé los derrelictos de la rutina para olvidar tus simples manos desnudas.

Es justo. Lo bello sólo necesita tiempo para mostrar lealtad al hedor. Ninguna tolerancia a la tortura. Ninguno quiso invitar a la quimera al baile. Seamos honestos.

Habrá días sencillos. También hay días en los que apenas se soporta el olor del brezo.

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